Rute Agulhas es una psicóloga portuguesa especialista en psicología clínica y de la salud, y también en psicoterapia y psicología en el campo judicial. Ejerce asimismo como docente e investigadora en el Instituto Universitario de Lisboa.
Cansada de que su mensaje y recomendaciones no lleguen de manera efectiva en sus pacientes, decidió explicar las cosas de forma mas claras y directas para aquellos padres separados que mantienen un vinculo conflictivo.
El texto es el siguiente:
«Queridos padres separados o divorciados que están en conflicto, esta carta es para ustedes.
No importa su edad, profesión o estatus socioeconómico. No importa si viven en una carpa, en una casita modesta o en una mansión que vale millones. No interesa tampoco el volumen de su cuenta bancaria, el coche que conducen o el colegio al que mandan a sus hijos. Si tienen empleada con cama o sin cama, si no tienen empleada en absoluto, o si viajan mucho o poco. Nada de eso realmente importa.
Lo que realmente importa es lo que les están haciendo, muchos de ustedes, a sus hijos.
Podría hacer aquí numerosas consideraciones sobre el impacto negativo que sus discusiones tienen en el bienestar de los niños. Explicar lo dañino que es exponer a los niños al conflicto, utilizarlos como arma arrojadiza en una guerra que es de ustedes, no de ellos, o convertirlos en mensajeros entre sus propios padres.
También podría explicar los sentimientos de tristeza y ansiedad que los niños experimentan, el miedo, la desconfianza, los conflictos de lealtad. Por no hablar de las noches mal dormidas de estos niños, pobladas de insomnios y temores, así como de las dificultades para concentrarse en la escuela, por tener la cabeza tan llena de malos pensamientos.
Pero como explicar todo esto tiene, para tantos padres, impacto cero, dado que continúan centrados en sí mismos y en el conflicto, ignorando totalmente el bienestar de los niños, vamos a abordar el asunto de otra forma.
Vamos a utilizar un paralelismo con los malos tratos físicos, que son más fáciles de identificar. La única diferencia es que los malos tratos físicos dejan marcas visibles.
Dejo el resto a su consideración.
Hablar mal del padre o de la madre en la presencia del niño equivale a darle un puñetazo en la cara.
Prohibir al niño llevar sus cosas de una casa a otra, alegando que son de la ‘casa de mamá’ o de la ‘casa de papá’, equivale a apretarle el cuello.
Generar discusiones en los momentos especiales del niño, como su fiesta de cumpleaños, en presencia de los amigos, es como darle patadas en la barriga.
Decir a un niño que el padre o la madre no lo quieren equivale a quemarle el pecho con un cigarrillo.
Prohibirle al niño hablar o estar con el padre o la madre equivale a golpearle con la hebilla del cinturón en la espalda y en las piernas.
Preguntarle al niño si quiere más la madre o al padre es como azotarlo con cables pelados.
Gritar, vociferar, ofender o golpear al otro en presencia del niño, equivale a volcarle encima una sartén con aceite hirviendo.
Por último, exponer todo esto en las redes sociales o en la televisión, es lo mismo que prostituir al niño.
En cuanto los periodistas que publicitan y promueven esta violencia en busca de obtener mayor rating, eso equivale a un delito de proxenetismo».