El pánico no es necesariamente una reacción negativa (pese a que suele asociársele como algo negativo), ya que es la respuesta de nuestro organismo para protegerse (mecanismo de defensa) o manejar situaciones de peligro que ponen en riesgo nuestra integridad física.
Sin embargo, algunas personas llegan a experimentar esta respuesta sin que exista un peligro real, convirtiéndola en una dificultad psicológica: el trastorno de pánico, que se caracteriza por la aparición súbita de ataques de intensa ansiedad, sin que existan causas reales que lo originen.
Hallazgos epidemiológicos consideran que el 12% de la población mundial experimenta ataques de pánico, pero solo el 2% se convierte en un trastorno.
Los ataques de pánico presentan dos etapas, la primera estaría situada al inicio cuando surgen el primer o los primeros ataques de pánico y la segunda seria el temor que siente la persona por volver a experimentarlo nuevamente. Lo segundo puede traer como consecuencia que, quien lo padece no asista a lugares públicos o abiertos por temor a padecer una crisis y no poder recibir ayuda, si la personas no recibe ayuda profesional o los síntomas empeoran, podría derivar en una agorafobia (trastorno de ansiedad que consiste en el miedo a las situaciones cuya evitación es difícil o embarazosa, o donde no se puede recibir ayuda en caso de sufrir una crisis de pánico).
Las personas que sufren ataques de pánico temen a las sensaciones físicas que experimentan en una situación de emergencia (pánico). En otras palabras ” tienen miedo al miedo”. Experimentan sensaciones físicas inesperadas (taquicardia, sensaciones de calor o frío, ahogo, sudoración, náuseas y temor a perder el control). Este proceso dura hasta que el ciclo del miedo termina por activación parasimpática o cuando el afectado se da cuenta que no necesita sentir temor a la sensación.
Síntomas más comunes que suelen experimentar:
- Boca seca
- Palpitaciones
- Dolor de pecho
- Opresión torácica
- Taquicardia
- Alteraciones vasculares
- Alteraciones cardiorespiratorias
- Sensación de falta de aire
- Hormigueos
- Vértigo
- Dificultades de orientación
- Atontamiento
- Temblores o sacudidas
- Sudoración
- Escalofríos
- Sofocaciones
- Despersonalización
- Miedo a perder el conocimiento
- Miedo a enloquecer
- Miedo a morir
No todos los síntomas están dentro de una misma crisis, suelen aparecer de forma súbita. Algo característico de las personas que padecen ataques de pánico es que no tienen miedo salir al exterior, lo que ellos temen es a las reacciones de su propio cuerpo (“me voy a morir”, “me voy a desmayar” “algo me va a pasar”).
En la psicoterapia se psicoeduca al paciente para que conozca la naturaleza de su problema, ayudando a que sea capaz de identificar, controlar y dar un correcto significado a los eventos que provocan su trastorno. Una vez la que persona toma control sobre su pánico, paulatinamente debe ir exponiéndose a las situaciones que teme para que aprenda a darle otro significado a sus manifestaciones y que no son signos de que algo malo ocurrirá.
Siempre ten en cuenta que es importante consultar a un profesional de salud cuando la situación te desborda o los síntomas están perjudicando otras áreas de tu vida (social, familiar, laboral, etc).
El tratamiento farmacológico puede ser efectivo hasta cierto punto, sin embargo es importante llevar un proceso psicoterapéutico de la mano, ya que es importante que la persona pueda desarrollar las herramientas necesarias para poder controlar estas crisis y el consumo de la medicación se reduzca al punto de que no dependa de ellos.